En el ámbito de la supervivencia y las emergencias, se suele hablar de técnica, equipamiento y planificación. Sin embargo siempre que en Orosa Aventura damos un curso o formación relacionada, os recordamos que existe un elemento invisible pero determinante que puede marcar la diferencia entre salir adelante o cometer un error fatal: el miedo.
Este factor psicológico, profundamente arraigado en la biología humana que influye de manera directa en nuestra capacidad de pensar, decidir y actuar bajo presión y se puede presentar de muchas maneras, pero tambien se puede mitigar y combatir.
El miedo como mecanismo adaptativo
El miedo no es, en esencia, negativo. Es un mecanismo de supervivencia que ha acompañado al ser humano desde sus orígenes en las cavernas, permitiéndole reaccionar ante amenazas reales en el entorno, y nos sigue acompañando hoy en día.
Cuando percibimos un peligro, el cerebro activa una respuesta inmediata a través de la amígdala, liberando adrenalina y cortisol. Estas hormonas preparan al cuerpo para la clásica reacción de lucha, huida o bloqueo.
En un entorno natural o en una situación de emergencia, este sistema puede ser útil para reaccionar rápidamente. No obstante, cuando el miedo se descontrola, interfiere en la claridad de pensamiento y puede conducir a decisiones precipitadas o erróneas en el medio natura o en nuestra vida y trabajo.

Mecanismos cerebrales implicados en el miedo
Cuando nos enfrentamos a un peligro, varias estructuras del cerebro se activan en cadena:
- Amígdala cerebral
Es el centro de alarma del cerebro. Recibe la información sensorial (un ruido, una caída, la visión de un animal) y la interpreta como amenaza. Su respuesta es inmediata: activa el sistema nervioso simpático para preparar al cuerpo. - Hipotálamo
Funciona como el “botón de emergencia” que regula la respuesta fisiológica: liberación de adrenalina, aumento del ritmo cardíaco, dilatación de las pupilas y tensión muscular. Todo orientado a reaccionar con rapidez. (lucha o corre) - Corteza prefrontal
Es la zona encargada de la lógica y la planificación. En situaciones de miedo intenso, su actividad puede verse inhibida por la amígdala, lo que reduce la capacidad de razonar y favorece decisiones impulsivas. - Hipocampo
Relaciona la amenaza con experiencias previas y la memoria. Puede ayudarnos a recordar técnicas de supervivencia, experiencia similares o rutas seguras, pero bajo estrés extremo su funcionamiento también se ve alterado.
En resumen: la amígdala acelera, la corteza prefrontal frena y razona. El equilibrio entre ambas es lo que determina si reaccionamos de forma adaptativa o caemos en pánico.
Cómo afecta el miedo a la toma de decisiones
- Nublar el juicio
El miedo intenso activa procesos emocionales que inhiben el funcionamiento de la corteza prefrontal, área responsable del razonamiento lógico. Como consecuencia, las decisiones se basan más en impulsos que en análisis racional. - Parálisis por análisis
En ocasiones, el exceso de miedo genera un bloqueo completo. La persona es consciente del peligro, pero es incapaz de tomar una decisión, perdiendo tiempo vital en una emergencia. - Sobrevaloración del riesgo
El miedo puede distorsionar la percepción, haciendo que un problema parezca más grave de lo que realmente es. Esto puede llevar a priorizar acciones innecesarias o a abandonar recursos que sí eran útiles. - Reacciones impulsivas
En el extremo opuesto, el miedo también puede precipitar decisiones rápidas y poco meditadas, como abandonar un refugio seguro o emprender un trayecto sin planificación.

Ejemplo práctico: el miedo a perderse en la montaña
Imaginemos que una persona realiza una ruta de senderismo en solitario. Durante horas sigue un camino bien marcado, pero al llegar a una zona boscosa pierde la referencia y se da cuenta de que está desorientada. El sol empieza a bajar y con él aparece una sensación intensa de miedo:
- El corazón se acelera.
- La respiración se vuelve rápida y superficial.
- La mente se llena de pensamientos catastróficos (“nunca voy a salir de aquí”, “voy a pasar la noche perdido”).
Este es un caso típico donde la amígdala toma el control y amenaza con bloquear la capacidad de decisión.
Pasos para enfrentarse al miedo y recuperar el control
- Reconocer el miedo
Aceptar que se está sintiendo miedo en lugar de negarlo. Ponerle nombre (“estoy asustado, pero puedo gestionarlo”) ayuda a la corteza prefrontal a retomar el control. Hay que ser consciente y realista. - Regular la fisiología
Aplicar técnicas de respiración diafragmática: inhalar por la nariz contando 4 segundos, mantener 2, exhalar lentamente por la boca en 6–7 segundos. Repetir varias veces hasta notar una reducción del pulso y la ansiedad.
Para ello tambien en Orosa Aventura realizamos talleres de Mindfulness y respiración
- Aplicar un protocolo mental
Usar la regla del S.T.O.P. (Stop – Think – Observe – Plan):- Stop (Detente): evita caminar sin rumbo.
- Think (Piensa): recuerda el último punto conocido del camino.
- Observe (Observa): analiza tu entorno, revisa mapa, brújula o GPS si los tienes, busca referencias naturales.
- Plan (Planifica): decide la acción más segura (ej. regresar al último punto reconocido o preparar un vivac si se acerca la noche).
- Desactivar pensamientos catastróficos
Sustituir frases negativas (“no saldré de aquí”) por otras operativas (“sé que tengo recursos”, “sé cómo pasar la noche con seguridad”). - Actuar con pasos pequeños y seguros
Tomar decisiones simples y progresivas: primero orientarse, luego caminar hacia un punto de referencia o, si la situación no lo permite, preparar el terreno para esperar con calma hasta que llegue ayuda.
¿Qué conseguimos con este proceso?
- El control de la respiración reduce la activación fisiológica que provoca el pánico.
- El protocolo S.T.O.P. da estructura y devuelve al cerebro un marco racional.
- El autodiálogo positivo refuerza la resiliencia y evita el bloqueo.
- Las acciones concretas disminuyen la incertidumbre y devuelven sensación de control.

Estrategias para gestionar el miedo en emergencias
La buena noticia es que el miedo se puede entrenar y gestionar. Los profesionales de la supervivencia, las fuerzas de seguridad o los equipos de rescate no son inmunes al miedo, pero aprenden a convivir con él y a transformarlo en una herramienta. Algunas técnicas clave son:
- Entrenamiento realista y progresivo: exponerse a situaciones simuladas de estrés permite al cerebro habituarse a responder sin entrar en pánico.
- Respiración y control fisiológico: técnicas de respiración profunda o controlada ayudan a reducir el impacto de la adrenalina y recuperar claridad mental.
- Protocolos y rutinas: disponer de procedimientos claros y elementos fundamentales en caso de emergencia disminuye la improvisación y genera seguridad.
- Trabajo en equipo: el apoyo del grupo distribuye la carga psicológica y ayuda a mantener la calma.
- Mindset de resiliencia: cultivar una mentalidad de preparación y confianza en las propias habilidades refuerza la capacidad de tomar decisiones acertadas.
Podemos concluir que:
Como siempre explicamos, más importante que disponer de todos los «gadgets» y llenar nuestra mochila, es tener habilidades y conociemientos que tambien podemos usar en nuestra vida común.
El “factor miedo” es un enemigo invisible, pero también un aliado si se comprende y se entrena. En una emergencia, no basta con tener el mejor material o la técnica más depurada; es la gestión emocional lo que en muchas ocasiones marca la diferencia entre la vida y la muerte, y en muchos ejemplos reales se vió demostrado.
Prepararse psicológicamente, reconocer las señales del miedo y aprender a canalizarlo de forma constructiva no solo mejora la seguridad en el medio natural, sino que también fortalece la resiliencia en la vida cotidiana o en nuestro trabajo.
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