José Luis Soto Bernárdez

Divulgador astronómico y planetarista de la Casa de las Ciencias (Museos Científicos Coruñeses)

¿Qué es un eclipse de Luna?

Uno de los mejores momentos que todo aventurero, senderista y en definitiva cualquier amante de la naturaleza recuerda con agrado es al termino de su jornada cuando se sienta con sus compañeros al calor de una hoguera comentando las anécdotas del día. Es en ese momento cuando sin quererlo nuestra vista se eleva al cielo y contemplamos ese espectáculo de un firmamento estrellado si las condiciones meteorológicas son propicias. Ocurre que a veces nuestro satélite natural, la Luna, está presente como un testigo mudo de todas nuestras conversaciones, y como no siempre tiene la misma apariencia, dependiendo de la fase en la que se encuentre, las noches pueden ser más oscuras o más luminosas.

Es en su fase de luna llena cuando más protagonismo adquiere nuestro satélite con ese aspecto orondo y casi no necesitamos un frontal para deambular por el campamento ya que el brillo de la Luna nos permite una mejor visión de nuestro entorno. Hay que tener en cuenta que la Luna no tiene luz propia sino que refleja la del Sol como consecuencia de su “albedo”. El albedo, palabra latina que significa “blancura”, es la capacidad que cualquier cuerpo celeste tiene para reflejar la luz que recibe. Nuestro satélite, aunque intrínsecamente no tiene un albedo muy significativo, nosotros lo percibimos alto por su cercanía a nuestro planeta, con lo que la luz que refleja del Sol es notable. Sin embargo, algunas veces el albedo de la Luna cae drásticamente como consecuencia de un eclipse lunar, que es cuando la luz del Sol no alcanza directamente a nuestro satélite.

¿Cuándo se produce un eclipse lunar?

Todo comienza cuando el Sol, la Tierra y la Luna se alinean en este orden, es decir, con la Tierra en el medio. Esto ocurre como mínimo dos veces al año y es justo cuando se produce este fenómeno, ya que es en esta configuración cuando la Luna atraviesa la sombra que arroja nuestro planeta.

Podría creerse que la Luna se haría invisible a nuestros ojos cuando se eclipsa, como si fuese luna nueva. Sin embargo la atmósfera de la Tierra refracta o desvía una cierta cantidad de luz proveniente del Sol, por lo que a la Luna algo de esa luz siempre le llega.

Como con los eclipses solares, hay una razón por la que no ocurre un eclipse lunar cada vez que hay luna llena. El motivo es que la órbita de la luna está inclinada con respecto a la órbita de la Tierra unos 5 grados, de modo que a veces la Luna queda por encima de la sombra de la Tierra y a veces por debajo de ella. Solo entre unas dos o tres veces al año, la Luna se mueve dentro de la sombra de la Tierra para dar un eclipse lunar.

Tipos de eclipse lunar

Las diferencias de tamaño entre el Sol y nuestro planeta tienen como consecuencia que la sombra que proyecta la Tierra tiene dos zonas bien diferenciadas: la umbra y la penumbra. De esta manera en la umbra no hay luz directa de nuestra estrella pero en la penumbra esa luz sólo es bloqueada parcialmente por acción de nuestra atmósfera. Como consecuencia tenemos, tal y como vemos en la imagen, tres tipos de eclipses lunares: total, parcial y penumbral.

Un observador verá un eclipse total cuando la Luna se haya situado completamente en la zona de la umbra. Cuando solo una parte de la Luna se sitúe en la umbra, el eclipse será parcial. Si la Luna se encuentra en la penumbra, el eclipse será penumbral, y solo percibiremos un tenue oscurecimiento en la Luna.

Observación, duración y apariencia de un eclipse lunar

A diferencia de los eclipses solares, un eclipse de Luna es totalmente seguro para observar a simple vista o bien a través de binoculares. No entraña ningún tipo de peligro para nuestros ojos.

Como siempre en astronomía observacional, cuanto más lejos nos encontremos de fuentes de contaminación lumínica y gocemos de unas buenas condiciones meteorológicas, disfrutaremos mejor de este espectáculo de la naturaleza. La transición de un eclipse lunar, si es total, puede durar varias horas desde la fase penumbral pasando por la total y hasta la finalización del eclipse como vemos en la imagen.

Lo más llamativo de un eclipse lunar es la tonalidad rojiza que toma la Luna si alcanza la fase de totalidad. Esto es consecuencia del llamado efecto Rayleigh en el que toda la luz solar no está bloqueada por nuestro planeta y se filtra por una gruesa porción de la atmósfera de la Tierra en su camino hacia la superficie lunar. Por esa misma razón los amaneceres y anocheceres en la Tierra tienen esa tonalidad rojiza cuando el cielo está despejado. Sin embargo, esta apariencia rojiza de la Luna alimentó leyendas y mitos bautizándola como “luna de sangre”.

Mitos y leyendas

Casi todas las culturas han buscado en su panteón mitológico una respuesta al porqué la Luna en esas noches tenía ese aspecto rojizo asociado a la sangre, la ira o el fuego.

En las culturas mesoamericanas como los incas, por ejemplo, contaban historias de un jaguar que atacaba a la luna y la ensangrentaba; los aztecas creían que la luna roja sucedía cuando el día y la noche se enzarzaban en una sangrienta batalla por el dominio de los cielos; y los mesopotámicos, en oriente, pensaban que la Luna era atacada por unos demonios.

En culturas judeo-cristianas hablan que el rey Herodes, encaprichado de la bailarina Salomé, le prometió lo que quisiera si bailaba para él la danza de los siete velos. Ésta accedió si le entregaba la cabeza de Juan Bautista en una bandeja de plata. Se cuenta que la noche de su decapitación hubo un eclipse lunar total que volvió particularmente roja a la Luna, y de ahí viene el sobrenombre de “luna de sangre”.

Sin embargo no todo iba a ser truculento. Prefiero quedarme con la leyenda no tan perversa sobre la razón por la que el Sol y la Luna no pueden estar juntas. Un texto de un autor anónimo señala que siempre han estado enamorados, pero nunca podrían estar juntos. Es cuando se produce un eclipse cuando ambos se encuentran fundiéndose en un inevitable abrazo cósmico, haciendo partícipes del momento a todos los habitantes de la Tierra como prueba de que no existen amores imposibles.

En todo caso, disfrutemos de este espectáculo mientras podamos, ya que según las últimas mediciones, la Luna se va alejando en espiral de nuestro planeta a una velocidad de 3,8 cm anuales, con lo que dentro de unos mil millones de años, la luna estará demasiado lejos como para que la sombra de la Tierra la sumerja por completo, y las lunas de sangre pasarán a ser otra de tantas leyendas. ¿Estará la humanidad todavía para ser testigo de esto?

Categories:

Tags:

No responses yet

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *